viernes, 7 de marzo de 2014

Naturaleza

Tengo una amiga que se ha divorciado hace poco. Se ha enamorado de un hombre que no le conviene. La tiene siempre esperando, pendiente de recibir las migajas de amor o lo que sea que le da, las sobras de su tiempo y atención.
Ella cada vez se engancha más a él. Sólo desea su mensaje, su llamada, su cuerpo, su atención. Las lágrimas forman parte de su día a día.
Cuando lo conoció le abrió su corazón de par en par. Ella le enviaba mensajes tiernos, emocionados de amor. Él no estaba en esas y se "agobió". Dos cosas pasaron:
Ella se mostró tal como se sentía, engrandeciendo y quizás exagerando en su propia mente sus sentimientos hacia él que, al fin y al cabo, acababa de conocer.
Él se apartó asustado por tanto sentimiento y emoción de una persona que acababa de conocer, ellos son así (la mayoría) y además le pareció buena idea tener a una mujer de diez (como es mi amiga) "comiendo de su mano". Como dice el refrán, "a nadie le amarga un dulce".

Hace unos días ella recibió el mensaje de un hombre del que hace mucho tiempo que no sabía. Un mensaje cargado de emoción y fantasía, pidiéndole verse y charlar. En un primer momento sintió que era una buena idea y que esta persona le estaba dando una alegría en medio de tanto sufrir por otro. Este hombre que la llama "mi ángel en medio de tanto gris" siguió enviando mensajes...más mensajes...más abierto su corazón.

Mi amiga, lejos de alegrarse entonces, se agobió y ahora piensa decirle que no a la cita solicitada. Es curioso

Él actúa como ella: emocional, abierto, sin ocultar sus sentimientos pero a ella le abruma...

Cómo somos, ¿preferimos dar cancha al que nos ignora y nos maltrata? Tal vez forme parte de la naturaleza de algunas personas, como dice María: "Hay a quién le gusta vivir en un drama constante y las cosas sencillas y buenas le aburren"

He intentado que mi amiga se quite de la cabeza al hombre que la tiene enganchada vilmente para cuando él quiere, ya no me quedan recursos. Me gustaría tanto verla feliz y tranquila, pero tal vez María tenga razón, es su naturaleza y me queda escucharla y darle mi oreja y mi hombro...

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